Un hombre peca y desciende a los infiernos con su alma condenada por toda la eternidad. La caída propicia un diálogo continuo entre la luz y la oscuridad, el cielo y el averno, el bien y el mal, en el que la música actúa como elemento catalizador y se aroga la potestad de dictar sentencia sobre el alma castigada, abriendo una puerta hacia la redención.
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