¿Puede haber algo más sugestivo y más proclive a alimentar la vanidad que un buen perfume? Mientras Ursula S. Yeo improvisa fragancias ante la mirada y el olfato del público, Michel Godard y su grupo de músicos interpretan un repertorio con tal virtuosismo que ni ellos mismo pueden resistir la tentación de alejarse por momentos de la música antigua para incurrir en tendencias más jazzísticas y contemporáneas, evidenciando que nadie está libre del pecado y que jamás se puede, ni se debe, tirar la primera piedra.